TEORÍA DEL RELACIONAMIENTO INTERCULTURAL Y SU APLICACIÓN EN EL PROCEDIMIENTO DE CONSULTA PREVIA

Cesar Reyna Ugarriza
26 min readFeb 8, 2020
Por César Reyna Ugarriza

I.- Introducción.-

La Teoría del Relacionamiento Intercultural (TRI) parte de la comunicación y del diálogo intercultural para plantear o establecer una relación horizon-tal -o lo menos asimétrica posible- entre actores culturalmente diferentes por medio del desarrollo de competencias intercultu-rales, el empoderamiento de las partes potenciadas hacia las más vulnerables, la renuncia a utilizar el poder de las primeras (para que no sea su principal método de relacionamiento), el establecimiento de la interdepen-dencia entre personas, grupos culturales u organizaciones, entre otras medi-das que se pueden adoptar. Esto implica una nueva aproximación por parte de individuos, grupos, organizaciones e instituciones públicas o priva-das que suelen relacionarse regularmente y por diversos motivos para arribar a acuerdos o consensos sostenibles y eficaces que garanticen el respeto de las diferencias culturales (en valores, por ejemplo), derechos fundamentales, intereses individuales, etc.

La relación de la que hablamos es de tipo intercultural y se presenta entre partes o actores culturalmente diferentes. La relación intercultural se convier-te así en el objeto central de estudio de la Teoría del Relacionamiento Intercul-tural. La relación intercultural es definida como el conjunto de interacciones que se producen en determinados espacios entre personas o grupos culturalmente diferentes que, en un clima de confianza e interdependencia han descubierto valores e intereses comunes que no solo les permite coexistir de manera armonio-sa, sino generar acuerdos y superar cualquier diferencia o problema.

De la definición anterior se desprende que la relación intercultural posee tres finalidades esenciales: a) la coexistencia o convivencia pacífica de distintos grupos culturales, b) la resolución de conflictos y generación de acuerdos entre estos, y c) la interdependencia que les permite tratar al otro en un plano de igualdad y con la misma dignidad[1].

Sin la formación de relaciones interculturales resulta muy difícil o imposible respetar de manera irrestricta derechos humanos de los grupos o colectivos menos empoderados de la sociedad, que son justamente aquellos que presen-tan menores capacidades para desarrollarse o desenvolverse a nivel econó-mico o productivo, afianzar o preservar su identidad cultural[2], atender o satisfacer necesidades básicas, entre otras dificultades. De modo que solo en un plano donde es factible el tratamiento digno e igualitario, que es lo que precisamente propone la relación intercultural, es plausible garan-tizar los derechos humanos de distintos colectivos o grupos culturales, tales como pueblos indígenas o comunidades campesinas y nativas.

Mediante el establecimiento de la relación intercultural los diversos integran-tes de la sociedad revalorizan al otro -al que es culturalmente diferente- y se incrementa el grado de conocimiento sobre sus orígenes, historia, situación y realidad. Así se reduce la incertidumbre o desconoci-miento que existe sobre los demás grupos culturales, y se fomenta de manera efectiva la comprensión de su problemática. En países culturalmente diversos como el Perú resulta conveniente generar este tipo de relaciones no solo para que diferentes acto-res puedan entenderse los unos a los otros, sino para vincu-larse de un modo cabal o integral que permita construir capital social, es decir, un conjunto de normas, valores y relaciones que promueven la coope-ración (CIES, 2006). Para Naciones Unidas el capital social genera confianza y fomenta la asociatividad.

Ahora bien, para implementar una relación intercultural es necesario un cambio cultural o, dicho de otro modo, la aplicación del enfoque transforma-tivo para cambiar la manera de ver, concebir, comprender y aproximarse al otro. El trato pretendido es horizontal, no asimétrico (procura no serlo). Implica el respeto de las diferencias, idiosincrasias y modos de vida y pensar distintos. A través del relacionamiento intercultural los actores aprenden uno del otro, se nutren y sientan las bases de su integración.

Para precisar esto último: no solo se trata de la coexistencia armoniosa entre distintos grupos, sino de formar parte funcional de las otras culturas[3] dentro del ámbito nacional. Esto significa ser competente a nivel comunica-tivo, dialógico, y sobre todo, relacional, para poder incorporarse y actuar en espacios o contextos culturales distintos sin perder la propia identidad. En ese sentido, la Teoría del Relacionamiento Intercultural propone que las distintas personas transiten hacia una ciudadanía intercultural dentro de su propio país o jurisdicción en caso este se caracterice por su pluriculturalidad o diversidad cultural.

II.- ¿Qué plantea la Teoría del Relacionamiento Intercultural?

La Teoría del Relacionamiento Intercultural (TRI) postula que no basta la comunicación y el diálogo interculturales para que distintos grupos culturales puedan vincularse efectivamente, sino que hace falta crear o establecer una relación de tipo intercultural que permita el conocimiento mutuo, el respeto de las diferencias, la empatía por el otro, la convivencia pacífica, la colabora-ción eficaz y la integración ciudadana.

Por conocimiento mutuo o recíproco debemos entender que los actores sociales solo podrán llegar a conocerse de manera satisfactoria si interactúan regular-mente, es decir, con relativa frecuencia. En otras palabras, es preciso experi-mentar la presencia del otro, de aquel que es distinto a un nivel cultural y social para poder conocerlo a profundidad. No basta, por tanto, aproximar-nos a otras culturas nacionales a través de investigaciones académicas, fuentes de información oficiales que presentan datos y estadísticas, ni por medio de referencias o testimonios de terceros si es que no buscamos el contacto directo y cercano con los demás.

La experiencia del otro, por su parte, implica que el relacionamiento es insustituible o irremplazable. La experiencia es fundamental porque ayuda enormemente a desvirtuar viejos prejuicios o estereotipos en primer lugar, los cuales generan una concepción distorsionada o alejada de la realidad y del otro. Además ayuda comprender determinados aspectos culturales y sociales de un grupo cultural que no se podrían entender de otra manera. Nada representa mejor fuente de información sobre una cultura en particular que la manifestación de la propia cultura ante nuestros sentidos. De ahí que si aspiramos a conocer realmente a un determinado grupo cultural debemos relacionarnos progresivamente con este, lo que implica necesariamente convivir y compartir con él. Convivir supone habitar un mismo espacio geográfico y social con otros, y compartir participar en distintas actividades socioculturales del grupo receptor con su anuencia o voluntad.

El respeto de las diferencias[4] es otro de los pilares de la interculturalidad. Estas pueden ser más marcadas en unos casos que en otros. Su respeto implica reconocer que existen posiciones, intereses, ideas y valores distintos a los propios -en los que comúnmente nos manejamos-, y partiendo de allí, de su correcta identificación, reconocerles la misma dignidad o valoración que les conferimos a los nuestros. Debemos tener claro que existen distintas concep-ciones sobre la vida, tanto sobre su origen como su sentido, así como filosofías milenarias, tradiciones o prácticas ancestrales que le confieren sustento a diversas culturas. Este variopinto conjunto de creencias que caracteriza a las culturas representa su esencia, y como tal debe ser apreciada por todos en aras de construir una ciudadanía intercultural y proteger eficazmente derechos humanos.

Por su parte, la empatía por el otro representa la capacidad de ponerse en el lugar de terceros, en este caso, otros grupos culturales para tratar de percibir y comprender las cosas desde su visión o concepción particular. Este ejercicio es fundamental porque permite experimentar y recrear -a un nivel cognos-citivo- un cúmulo de experiencias y situaciones por las el otro que atraviesa, sin el cual resultaría muy difícil generar sentimientos o manifestaciones de solidaridad y reciprocidad entre las personas.

La empatía presupone la realización de acciones que favorezcan o beneficien a los otros grupos culturales una vez interiorizada su problemática y situación especial. La empatía le confiere a la relación intercultural un elemento emocional que goza de la misma importancia que los otros aspectos o elementos mencionados.

La convivencia pacífica o armoniosa implica coexistir en un clima de paz o estabilidad, y con ella, naturalmente, de gobernabilidad democrática o prevalencia del Estado de derecho. La relación intercultural busca, en ese sentido, que las distintas culturas alcancen sus principales objetivos en un entorno o ambiente propicio (de no confrontación regular o sistemática). Esto no supone la ausencia de conflictos o interpelaciones entre los distintos grupos culturales, sino el destierro de crisis que socaven la gobernabilidad y afecten gravemente derechos fundamentales, sobre todo de las partes más vulnerables. Sabemos bien que los conflictos son parte inherente de la dinámica social y de la naturaleza humana, pero estos pueden procesarse o canalizarse de otro modo si mediara una relación intercultural. De ahí que esta cumpla la función facilitar el tratamiento o abordaje de las diferencias o problemas.

En cuanto a la colaboración eficaz nos referimos a la posibilidad de trabajar proactivamente, asumir responsabilidades y tomar decisiones de manera conjunta -en distintas oportunidades- sobre asuntos o temas de interés general. Esto se materializa o concreta cuando los actores se encuentran en las condiciones apropiadas de realizar dichas labores o tareas. Esto es, cuando posean efectivamente capacidades para comunicarse, dialogar, y negociar interculturalmente, lo cual no puede ser posible sin la formación de la propia relación intercultural.

De modo que para trabajar con otros de manera colaborativa no solo es necesario confiar suficientemente en ellos, sino tener las competencias para que todas las partes involucradas puedan comprender la información asocia-da a los temas a analizar, la habilidad de deliberar y aportar alterna-tivas de solución que cautelen los derechos e intereses de todos. Esto último solo puede alcanzarse mediante el empoderamiento de los actores que cuentan con menos capacidades, empoderamiento que dicho sea de paso deberán promover y propiciar los actores más fuertes de la relación como el Estado.

La integración ciudadana, finalmente, es resultado del establecimiento de una auténtica relación intercultural entre el Estado y los grupos culturales ubicados en su territorio. La integración ciudadana no es otra cosa que la articulación paulatina de distintos grupos culturales que, preservando sus identidades culturales, se los que se concibe y trata como iguales -con respeto, tolerancia y dignidad-, y son capaces de dialogar, relacionarse, organizarse, colaborar y concertar con otros grupos o actores en pos de mejorar las condiciones políticas, sociales, económicas, culturales y ambientales del país al que pertenecen, fomentando o manteniendo, sobre todo, la unidad.

De otro lado, conviene precisar que la relación intercultural se presenta en dos niveles: entre individuos o personas; y entre grupos, colectivos u organizaciones que gozan o no de reconocimiento legal. El intento de establecer una relación intercultural supone sacar a luz una serie de diferencias culturales, desigualdades y distintas capacidades de poder y reconocimiento. Vale decir, pone en el ojo de la agenda pública cuestiones como la pobreza, estereotipos, prejuicios, racismo, discriminación, etc. He ahí donde hay que trabajar, y mucho, a fin de desterrar ciertos perjuicios o males que afectan la diversidad cultural en distintos países y regiones. De modo que el establecimiento de este tipo de relación implica, desde luego, transformar las bases de la sociedad para cambiar determinadas estructuras sociales, económicas, políticas, legales y culturales en las que unas culturas disfrutan del goce pleno de sus derechos y otras no tanto, o al menos de una muy atenuada o recortada por lo general.

Siendo el Perú un país que posee una apreciable diversidad cultural en sus distintas regiones naturales[5]; pero también una estructura o composición social que privilegia determinados valores sobre otros, como los occidentales o criollos sobre las costumbres y valores andinos o amazónicos, es menester transformar este tipo de organización social por medio del establecimiento de relaciones interculturales[6]. No basta entonces reducir brechas socio-económicas para equilibrar a los distintos grupos culturales, sino de forjar verdaderas relaciones interculturales para eliminar la desigualdad en todo sentido, ya que esta es un fenómeno eminentemente sociocultural. Sin la consolidación de relaciones interculturales plenas no será posible establecer la interculturalidad como proyecto de vida nacional.

Ahora bien, corresponde diferenciar la interculturalidad de situaciones de pluriculturalidad o de multiculturalidad, ya que la primera apunta a la construcción de un proyecto social y político distinto, y por ende de otro tipo de relaciones entre distintos grupos culturales. Si bien los tres enfoques teóricos parten del reconocimiento de la diversidad cultural existente, estos presentan distintas nociones sobre el tipo de sociedad que desean construir. Así, lo que plantea la pluriculturalidad, por ejemplo, es reconocer las particularidades de una determinada región en su diversidad sociocultural. Este concepto no abarca ni comprende al conjunto de relaciones entre los diferentes grupos culturales. Se trata del primer reconocimiento de las diferencias a modo o manera de identificación o constatación, sin acción real como consecuencia. La multiculturalidad, por su parte, reconoce el derecho a la diferencia -ser diferente- y el respeto y tolerancia entre los distintos grupos culturales. Por medio del respeto la multiculturalidad busca la igualdad de oportunidades para todos los colectivos sociales, pero no necesariamente promueve la interrelación entre los grupos culturales, es decir, no favorece el relacionamiento intercultural.

La interculturalidad es una propuesta que parte del reconocimiento de la diversidad cultural (existencia de distintas culturas), del respeto de las diferencias y de la igualdad entre todos los seres humanos (a pesar de las diferencias), por el solo hecho de serlo; pero plantea un cambio radical en la manera de interactuar al pretender el establecimiento del diálogo e intercambio equitativo en sociedades plurales, de ahí que sea considerada un desafío ya que supone introducir una nueva actitud y aproximación al otro.

La relación intercultural, en ese sentido, representa o viene a ser la materialización cabal de la interculturalidad, o dicho de otro modo, su aplicación o manifestación en la práctica, ya que tal como está concebida solamente se trata de una meta o aspiración conceptual por alcanzar, de ahí que para que la interculturalidad -comprendida como un proceso de comunicación, relación permanente y aprendizaje entre grupos e individuos-, pueda concretarse, es indispensable construir y propiciar relaciones interculturales que presuponen el respeto mutuo de valores y tradiciones distintas. Esta clase de relaciones están orientadas a generar un desarrollo integral de las capacidades de las personas y facilitar el libre intercambio a pesar de las diferencias culturales y sociales, siendo esta la única manera de terminar con patrones de relacionamiento desiguales o asimétricos.

III. Postulados de la Teoría del Relacionamiento Intercultural.-

> El primer postulado consiste en que la comunicación y el diálogo intercultu-rales no son suficientes para implementar el paradigma de la interculturali-dad, ya que se precisa de la creación de distintas relaciones interculturales en la que estos son dos de sus elementos constitutivos. Así pues, la relación intercultural entre personas y grupos culturales se convierte en el eslabón faltante para establecer el modelo de sociedad que plantea la intercultura-lidad.

> El segundo postulado sostiene que las relaciones humanas se crean, por lo tanto no surgen de la nada o espontáneamente. Las relaciones son fruto primero de la voluntad o interés de vincularse con otros, luego de la necesidad (el motivo o razón en particular) y tercero del esfuerzo que requiere o demanda construir una determinada relación. Cada relación interpersonal o intergrupal nace pues del acercamiento regular o constante entre sujetos o colectivos a lo largo del tiempo, el cual, en el caso específico de la relación intercultural, tiene que ser necesariamente significativo, amplio y estrecho (cercano).

> El tercer postulado establece que las relaciones humanas se transforman, es decir, cambian tanto por factores internos como externos. Los factores internos se encuentran asociados a los caracteres de las partes (actores), y los externos a factores que provienen del contexto o ambiente en el que se desenvuelve la relación. Por tanto, la relación intercultural no es ajena a esta ley o dinámica que caracteriza a las relaciones humanas. Asimismo, existe una evidente retroalimentación entre factores o elementos internos y externos, por lo que los cambios que experimente cualquier relación se producen simultáneamente (desde ambas direcciones a la vez), tanto desde dentro como desde fuera, y viceversa.

> El cuarto postulado señala que la relación intercultural, además de ser creada u originada, debe mantenerse y perfeccionarse a lo largo del tiempo para mejorar progresivamente las condiciones de vida de la sociedad. De modo que de la calidad de la relación intercultural dependerá en gran medida el progreso o mejora que experimenten los distintos grupos culturales que la conforman, expresado esto último en un mayor reconocimiento y eficacia de los derechos fundamentales, mejores acuerdos a través del diálogo o negocia-ción, verdaderas oportunidades de desarrollo, incremento del nivel de ciuda-danía, etc. Las mejoras deben ser sostenidas y apreciables para poder percibir cambios sustantivos o de progreso social.

> El quinto postulado expresa que el grado de relacionamiento intercultural debe ser evaluado para precisar qué tanto y cómo se está aproximando una determinada sociedad al estado ideal que propone el enfoque de la intercultu-ralidad. El grado de interculturalidad debe ser medido en función a la calidad de los relacionamientos interculturales que se produzcan o establezcan en su seno. Esto ayudará a conocer realmente el avance de las políticas públicas y acciones privadas que promuevan la interculturalidad. En tal sentido, se precisarán de indicadores para medir el grado de interculturalidad de las relaciones que surjan tras adoptar este enfoque o modelo.

IV. Diferencia de la Relación Intercultural de otros tipos o clases de relacionamientos.-

La relación intercultural presenta características propias que la distinguen de otros tipos de relacionamientos. Estas características son relevantes pues permiten identificar cuándo nos encontramos frente a una relación intercul-tural, o una que en teoría debería serlo. Además ayudan a medir o evaluar el grado de interculturalidad que posee actualmente una determinada relación. Esto facilita mucho el análisis de su estado o condición, vale decir, su comprensión integral, así como los pasos que habría que seguir para transformarla en una cabal relación intercultural.

La transformación de la relación por medio del reconocimiento y revaloriza-ción del otro –de sus derechos, identidad y dignidad-, su empodera-miento para que adquiera y desarrolle múltiples capacidades, entre otras medidas, es una precondición fundamental para alcanzar la interculturalidad. De modo que el enfoque de la transformación es complementario y se articula con la interculturalidad para poder establecer la relación deseada.

Ahora bien, corresponde presentar las características esenciales de la relación intercultural, las cuales son:

i) La presencia de dos o más grupos culturales en un determinado espacio territorial, región o jurisdicción. La existencia de estos grupos refleja una determinada realidad social, un probable historial de relacionamientos conflictivos, diferencias culturales significativas o apreciables, distintos problemas estructurales o potenciales, etc.

ii) La existencia de relaciones interpersonales e interorganizacionales entre personas y organizaciones procedentes de distintas culturas. La relación intercultural se da a un nivel micro (entre sujetos o individuos) y macro (entre grupos u organizaciones). Las organizaciones sociales por excelencia en el Perú son los pueblos indígenas y las comunidades campesinas. En el caso del Estado sabemos que está conformado por un conjunto de instituciones que interactúan en distintos momentos con ciudadanos que poseen diversos orígenes culturales. Asimismo, existen otras culturas además de la indígena o nativa como la costeño-criolla en sus distintas variantes, así como subculturas urbanas ligadas al emprendimiento o autoempleo (informales), etc.

iii) Un grado de confianza e interdependencia que permite a sus integrantes –los miembros de la relación intercultural- compartir un determinado proyecto de vida y diversos objetivos basados en valores e intereses comunes. La rela-ción intercultural tiene como meta principal integrar a distintos grupos culturales y construir una ciudadanía intercultural, pero respetando las diferencias culturales de los grupos y personas.

iv) La equivalencia de capacidades y poder entre los distintos grupos culturales de una sociedad en particular. Esto quiere decir que el ejercicio y tutela de los derechos humanos se encuentra nivelado, independientemente del grupo cultural al que se pertenezca. Asimismo, las diferentes identidades culturales gozan de la misma valoración o apreciación frente al poder político (Estado) en términos de acceso a la justicia y otros servicios públicos, y de la generación de bienestar y oportunidades. Además la sociedad en su conjunto, compuesta por una serie de culturas, muestra o evidencia un alto grado de solidaridad y reciprocidad entre sus miembros.

v) La estabilidad social y democrática es otro de los rasgos de la relación intercultural ya que su establecimiento promueve el acercamiento real, el conocimiento mutuo y la construcción consensos. La relación intercultural viabiliza el diálogo social o entre culturas, esto es, lo hace posible. Adicional-mente, a través de la propia relación intercultural los actores políticos y sociales canalizan sus diferencias, actúan sobre los problemas y abordan o tratan sus conflictos. Este tipo de relación permite el trabajo colaborativo que se requiere para encontrar soluciones a grandes problemas sociales.

V. Elementos de la Relación Intercultural

La relación intercultural se encuentra constituida o conformada por seis elementos esenciales, a saber:

i) Personas, grupos, organizaciones e instituciones.- La relación intercultu-ral se compone de individuos o colectivos, pero también de organizaciones de la sociedad civil e instituciones públicas y privadas. Dentro de los colectivos destacan los grupos culturales que son conjuntos de personas que poseen una identidad cultural diferenciada de las demás. Estos interactúan con otros grupos o personas en distintos momentos y por diversos motivos.

ii) Confianza e interdependencia.- Estos elementos constituyen dos de los pilares que forman la relación intercultural. Cabe precisar que toda relación se funda en un cierto grado de confianza, esto es, un mínimo que la posibilita. Pero en el caso de la relación intercultural la confianza debe ser apreciable para que esta pueda alcanzar sus múltiples objetivos. La confianza es el presupuesto conceptual para el trabajo colaborativo o cooperativo que pretende el enfoque de la interculturalidad, y lo es también para la comunicación y el diálogo interculturales.

En cuanto a la interdependencia, esta representa la condición necesaria que los actores de la relación deben lograr para percibirse frente al otro como indispensables al momento de perseguir determinados objetivos. En otras palabras, la interdependencia implica reconocer la esencialidad del otro para satisfacer ciertos intereses y necesidades. Así, mediante su concurso, cada grupo cultural podría alcanzar ciertas metas esenciales que de manera individual o aislada no podría. La interdependencia se basa fundamental-mente en los intereses comunes que los actores previamente han identificado y desean satisfacer desde el principio. Pero no solo en ellos radica la cooperación, sino también en aquellos intereses propios o no compartidos con el otro. De modo que la interdependencia posibilita la atención y satisfacción de intereses tanto comunes como individuales o particulares.

iii) Comunicación, diálogo y espacios de interacción.- La comunicación intercultural [7] representa el primer desafío para actores que pertenecen a culturas diferentes pues requiere el conocimiento y comprensión de otros idiomas o dialectos, así como de los valores esenciales de las culturas que participan en el diálogo, el manejo del lenguaje no verbal, la identificación de temas sensibles y complejos que serán materia de discusión, etc. Esta se produce cuando las partes comparten y manejan los códigos lingüísticos apropiados, por lo que los actores deberán desarrollar competencias comunicativas interculturales.

El diálogo intercultural, por su parte, es el libre intercambio de opiniones y puntos de vista entre integrantes o representantes de distintas culturas. A través de este se trata de establecer vínculos y bases de entendimiento común entre distintas culturas que pueden encontrarse representadas por personas, comitivas, grupos, comunidades u organizaciones, fomentando al mismo tiempo el respeto mutuo de las diferencias, la comprensión del otro, el reconocimiento de la legitimidad de sus intereses y la interacción pacífica para potenciar la convivencia social.

El diálogo intercultural logra su cenit cuando los actores, además de comprenderse, se encuentran en condiciones de generar acuerdos mediante diversos mecanismos. Lo que no quiere decir que el diálogo esté necesariamente supeditado a la consecución o logro del acuerdo, sino que se trata de una práctica habitual entre actores culturalmente diferentes por medio de la cual tratan sus problemas y diferencias por más complejos que estos sean. El diálogo es propio de sociedades democráticas en las que se respeta el estado de derecho. Se trata pues de un recurso o herramienta de la que disponen distintos colectivos para tener la posibilidad de expresar sus ideas y posiciones respecto a diferentes asuntos que les conciernen. La existencia del diálogo presupone también la de ciertos espacios oficiales o no oficiales, tanto públicos como privados, para ponerlo en práctica con el objetivo de abordar distintas problemáticas. A estos espacios los denominados espacios de interacción intercultural y se encuentran común habilitados en países que exhiben gran diversidad cultural.

iv) Valores e intereses comunes.- Los valores comunes son de orden eminentemente cultural, por lo que deben ser ubicados o hallados en las respectivas culturas de los distintos actores. Su plena identificación ayuda vincular a diferentes grupos culturales. Es decir, una vez encontrados se crea una suerte de terreno común o fértil sobre la cual puede prosperar la relación intercultural. En la medida que los actores compartan más valores culturales su vinculación será más fuerte y estrecha. Su descubrimiento solo es posible mediante el diálogo, el libre intercambio y el acercamiento constante.

Los intereses comunes son aquellos elementos que permiten trabajar en asuntos que atañen o conciernen por igual a los actores. Su importancia radica en que luego de ser identificados y definidos forman parte de la agenda del proceso de diálogo o negociación que inicien las partes (grupos culturales). Los intereses comunes, en ese sentido, cumplen una finalidad similar a la de los valores comunes al acercar a los actores. El hecho de compartir intereses posibilita el diálogo ya que establecen la motivación o convencimiento suficiente de la necesidad de dialogar, toda vez que, sin su realización, los intereses no podrían satisfacerse ni mucho menos abordarse.

v) Historial o antecedentes.- Por historial o antecedentes nos referimos básicamente al relacionamiento anterior o pasado de los actores. El historial revela patrones de relacionamiento, es decir, conductas o actitudes -reiteradas o no- que pueden beneficiar o perjudicar la relación. Todo análisis de la relación intercultural debe partir forzosamente de sus antecedentes para poder identificar las pautas o patrones de relacionamiento, los cuales ayudarán a entender las causas de muchos de los problemas que presenta una relación. En otras palabras, en el desenvolvimiento previo, pasado o anterior de la relación hallaremos una serie de pistas sobre la funcionalidad o disfuncionalidad de relación en cuestión.

vi) Hitos, problemas, conflictos. — Los hitos, problemas o conflictos que presenta o puede presentar una relación intercultural se encuentran principalmente en sus antecedentes, tal como mencionamos en el párrafo anterior. Por hitos entendemos a aquellos hechos o sucesos relevantes que marcaron un antes y después en el curso de la relación. Es decir, hechos de gran o suma importancia que ayudan a explicar el estado actual de la relación intercultural.

Además el historial de una relación intercultural presenta naturalmente problemas que no son ajenos a cualquier clase de relación. De los problemas encontrados en el análisis interesan particularmente los más graves por su intensidad y/o duración. No se trata de identificar todos y cada uno de los problemas, sino aquellos que revisten especial gravedad y podrían poner en entredicho la continuidad de la relación. Estos deben ser clasificados en función a su importancia para el devenir de la relación.

Asimismo, existen conflictos, lo que supone la presencia de diferencias mayúsculas entre los actores. A diferencia de los problemas, el conflicto implica una fase más profunda del problema y se presenta cuando los actores que mantienen una diferencia conocida involucran sentimientos y emociones que dificultan aún más su tratamiento y la posible solución del problema. Dentro del conflicto las posiciones no solamente pueden ser disímiles, sino también aparentemente contrapuestas o irreconciliables.

Frente a ello, el establecimiento de la relación intercultural evitaría o minimizaría la aparición o impacto del conflicto debido a que es un mecanismo preventivo per se. En sí, es el mejor mecanismo que existe ya que durante su vigencia los actores son capaces de comunicarse y dialogar de manera habitual y profunda sobre los problemas que les afectan, de modo que sabrían con mucha antelación el surgimiento de cualquier amenaza potencial para la propia relación. Además de informar oportunamente sobre la existencia y naturaleza de un problema en cuestión, la relación intercultural facilita el acercamiento de posiciones porque se basa fundamentalmente en la confianza, valores comunes e interdependencia. Su establecimiento implica que las partes se encuentran en capacidad de trabajar colaborativamente, por lo que pueden abocarse de lleno al tratamiento de cualquier tipo de problema.

VI. ¿El Proceso de Consulta Previa implementa realmente el Enfoque Intercultural?

Esta cuestión merece nuestro especial interés debido que el diseño del procedimiento, tanto en sus objetivos como sus etapas, y los procesos de consulta realizados a la fecha distan mucho de considerarse interculturales. Ciertamente la interculturalidad, a pesar de encontrarse como principio en la Ley del Derecho a La Consulta Previa a Los Pueblos Indígenas u Originarios, Ley Nº 29785, y su Reglamento, Decreto Supremo Nº 001–2012-MC, no ha sido realmente incorporada. El numeral 2 artículo 4º de la LCP, que define el principio de interculturalidad, señala lo siguiente:

“2. Interculturalidad. El proceso de consulta se desarrolla reconociendo, respetando y adaptándose a las diferencias existentes entre las culturas y contribuyendo al reconocimiento y valor de cada una de ellas”.

Asimismo, el artículo 11º de la LCP refiere que “los pueblos indígenas u originarios serán consultados mediante métodos y procedimientos culturalmente adecuados”. Lo que no ha venido ocurriendo desde que se promulgó la ley.

Por si fuera poco, su reglamento, en el literal h) artículo 3º hace mención al enfoque intercultural de la siguiente manera:

“h) Enfoque Intercultural.- Reconocimiento de la diversidad cultural y la existencia de diferentes perspectivas culturales, expresadas en distintas formas de organización, sistemas de relación y visiones del mundo. Implica reconocimiento y valoración del otro”.

Aun cuando el Ministerio de Cultura, ente rector en materia de consulta previa, sostiene que dicho mecanismo ha supuesto un “cambio sustancial en la relación entre Estado y los pueblos indígenas”[8], consideramos que existen poderosas razones para afirmar que la interculturalidad se encuentra ausente de la consulta previa y es meramente declarativa por los argumentos que presentamos a continuación:

i) El proceso de consulta se encuentra exclusivamente orientado a lograr acuerdos con la población indígena a través de un diálogo intercultural que en teoría debe garantizar sus derechos colectivos –para que no se vean afectados por las medidas a ser adoptadas- y su inclusión la toma de decisiones por parte del Estado; sin embargo, esta inclinación por el acuerdo impide la formación de relaciones interculturales ya que no se encuentran contempladas como objetivo del proceso.

Su establecimiento, cabe resaltar, es esencial para posibilitar el verdadero diálogo intercultural, de otro modo nos seguiremos encontrando con un procedimiento desnaturalizado que no permite el acercamiento real entre distintos grupos culturales, el de los funcionarios del Estado, por un lado, y por el otro, el de los representantes de los pueblos indígenas a ser consultados.

Esta desviación es la principal deficiencia encontrada en el procedimiento de consulta debido a que para lograr acuerdos sostenibles y eficaces con los pueblos indígenas es necesario construir previamente una relación intercultural con ellos. La relación en ese sentido un medio, pero también una finalidad, es un medio porque en ella se basa o sustenta el acuerdo resultante, y es una finalidad porque permite reducir las asimetrías y fomenta la integración social de las distintas culturas del país.

La razón para construir relaciones interculturales se halla en la propia naturaleza de las culturas andinas o amazónicas: en la prevalencia de lo colectivo sobre lo individual. Esto es así porque dichos pueblos se encuentran orientados a establecer relaciones intrínsecamente profundas entre sus miembros y con otros grupos con los que también se relacionan y forman alianzas[9]. De modo que lo que esperan para confiar y reducir el grado de incertidumbre -que genera la presencia de terceros en sus territorios- es esencialmente relacionarse; pero de manera intercultural, de ahí que también deben aprender a hacerlo cuando traten con otras culturas como la costeño-criolla.

La consulta previa representa una gran oportunidad para crear relaciones interculturales al tratarse de un espacio obligatorio y oficial para discutir el alcance de determinadas medidas administrativas o legislativas, pero ello no se está produciendo por desinterés y falta de voluntad de los funcionarios. En lugar de generarse este tipo de relaciones esenciales, lo que ha venido sucediendo es que se han evitado, y en algunos casos hasta ha empeorado el vínculo o acercamiento entre Estado y algunas comunidades campesinas o nativas.

Al respecto, el Banco Mundial (2016) expresa que “el Estado en su conjunto tampoco ha desarrollado una visión unificada y coherente sobre la importancia — y obligatoriedad, como derecho reconocido nacional e internacionalmente — de implementar la consulta previa. Parte de la resistencia de algunos sectores del gobierno y del sector privado a incorporarla como buena práctica de relacionamiento comunitario tiene que ver con una pobre comprensión de la consulta previa y la acumulación de malas prácticas, no solo en Perú sino a nivel regional[10].

ii) El proceso de consulta previa no ha ayudado a cerrar o reducir brechas en materia de capacidades para dialogar, negociar y comprender cabalmente el alcance de las medidas y los impactos que generan sobre sus derechos colectivos, sobre todo en el caso de medidas que plantean la ejecución de proyectos extractivos. De modo que las asimetrías entre los actores del proceso siguen manteniéndose. Esto se revela por la falta de competencias interculturales en materia de comunicación, diálogo y relacionamiento de las partes.

El Viceministerio de Interculturalidad (VMI) no ha fomentado el desarrollo de estas competencias o habilidades de manera previa al inicio de los procesos de consulta. Los programas de capacitación realizados a la fecha son de corte legalista (conocimiento de normas y procedimientos) y han sido dirigidos principalmente a funcionarios públicos, y en menor medida y duración a representantes de pueblos indígenas. Por tanto, el proceso de consulta previa no puede ser catalogado de intercultural porque no empodera a las partes más vulnerables de la relación.

iii) Los procesos de consulta previa en su mayoría no llegan a la etapa de diálogo, la más importante dentro del proceso, por lo que ha devenido en una mera formalidad para lograr el avance de los proyectos de inversión privada. Sin la realización de dicha etapa la consulta pierde sustancia o contenido pues de lo que se trata es que justamente se establezca el diálogo intercultural.

En ese sentido, el informe de CooperAcción “Consúltame de verdad. Aproximación a un balance sobre consulta previa en el Perú en los sectores minero e hidrocarburífero” (2018) revela que de doce procesos de consulta previa realizados en minería, solo tres arribaron a la etapa de diálogo. Asimismo, la duración de las consultas promedio fue de dos meses. Lo realmente alarmante es que en cuatro casos, las etapas de reunión informativa y la de evaluación se realizaron dentro de un mismo día[11].

La simplificación de etapas se debe a la poca preparación de los equipos responsables de las entidades proponentes de la medida. Por lo general estos grupos no cuentan con las herramientas metodológicas ni las habilidades o competencias interculturales necesarias para implementar procesos de consulta previa.

iv) La consulta previa no desarrolla cabalmente el enfoque intercultural ya que el Viceministerio de Interculturalidad (VMI) no asume un rol protagónico en la conducción o dirección de los procesos de consulta por disposición de la LCP, aun cuando se trate del ente especializado en dicha materia, pues realiza estudios etnográficos y socioculturales, elabora guías, protocolos y materiales diversos, gestiona la Base de Datos Oficial de Pueblos Indígenas y el registro de intérpretes y traductores de lenguas nativas, entre otras funciones actividades.

La posición secundaria que ocupa el VMI perjudica la calidad de estos procesos toda vez que las entidades proponentes (MINEM, MTC, MINAM, MINAGRI, etc.) carecen de la especialidad, formación y experiencia del personal que labora en dicha dependencia. De ahí que la “descentralización” en la realización de los procesos de consulta no sea conveniente a la luz de los mejores resultados que muestra el caso colombiano en materia de consultas desarrolladas anualmente, donde es función del Ministerio del Interior -y de la Dirección de Consulta Previa- llevarlas a cabo.

v) La falta de asesoramiento legal y acompañamiento técnico de los pueblos indígenas durante el desarrollo de las reuniones de los procesos de consulta representa otra deficiencia, ya que estos actores se encuentran en desventaja en lo que atañe a la comprensión de la información proporcionada por la entidad proponente, en particular sobre las afectaciones potenciales sobre sus derechos colectivos.

La información ofrecida por las entidades proponentes suele ser compleja, es decir, ajena al conocimiento promedio de cualquier ciudadano, por lo que se requiere el concurso de especialistas que asistan de buena fe y objetiva y competentemente a los pueblos indígenas a ser consultados. Esto no permite el entendimiento integral de la información, insumo esencial o básico para la posterior toma de decisiones. De modo que las decisiones que muchas veces adoptan los pueblos indígenas podrían ser total o parcialmente perjudiciales para sus intereses al desconocer la real magnitud y alcance de las medidas puestas en consulta.

Lima, febrero 2019

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Notas:

[1] Esto último supone considerar al otro como actor esencial dentro de la sociedad como a todos los demás.

[2] Esta se puede encontrar en crisis o bajo amenaza cuando se presenta el denominado choque cultural.

[3] Consideramos que la cultura es “un conjunto de creencias, normas y valores que orientan nuestro comportamiento; y que son compartidos por un grupo de individuos”. La cultura influye mucho, particularmente en la comunicación, toda vez que la lengua materna constituye un campo de comunicación que posee códigos y significados propios, así como las costumbres y tradiciones, que debemos conocer para establecer el diálogo intercultural. Pero antes de dialogar de manera intercultural debemos centrar nuestros esfuerzos en desarrollar competencias de comunicación intercultural, así como un plan comunicativo intercultural para poder entendernos con los miembros que pertenecen a culturas diferentes a la nuestra.

[4] Las diferencias culturales que históricamente han distanciado a las personas, ya que suponían un desafío para la comprensión y el entendimiento, más bien deben convertirse en punto de partida para promover el relacionamiento por medio de enfoques como el de derechos humanos, intercultural, transformativo, de género, entre otros.

[5] Los pueblos indígenas representan al menos el 15% de la población nacional. En el Perú existen 55 pueblos indígenas y 47 lenguas originarias.

[6] Solo mediante la creación de esta clase de relación las diferentes culturas del país podrán afirmar y conservar su identidad –aquello que les es propio y distingue de otras- ya que las otras culturas respetarán sus valores esenciales o su yo colectivo, de ahí que todo cambio que se produzca al interior de una determinada cultura debido a interacciones e intercambios no será inducido u obligado, sino natural o voluntario y fruto del acercamiento o aproximación real y constante. De esa manera las culturas se van transformando ya que no son entidades estáticas, sino dinámicas.

[7] La comunicación intercultural alcanza su plenitud cuando las partes son realmente capaces son capaces de entenderse.

[8] Ministerio de Cultura del Perú. 10 avances en la implementación de la Consulta Previa en el Perú. Disponible en: http://consultaprevia.cultura.gob.pe/wp-content/uploads/2016/06/Boletin-10-avances.pdf

[9] La superación del denominado “choque cultural” se logra, precisamente, cuando se funda o establece la relación intercultural, que para las partes o actores representa un grado de unión y confianza que garantiza la paz, el intercambio productivo y el logro de objetivos.

[10] Banco Mundial. 2016. La consulta previa en el Perú: aprendizajes y desafíos. Washington, D.C.: Banco

Mundial. Disponible en: http://documents.worldbank.org/curated/en/164661472713448678/pdf/108118-SPANISH-WP-PUBLIC-SPANISH-ABSRACT-EMAILED.pdf

[11] Leyva, Ana. 2018. Consúltame de verdad. Aproximación a un balance de la consulta previa en el Perú en los sectores minero e hidrocarburífero. Primera edición, Lima, junio 2018. Disponible en: http://cooperaccion.org.pe/wp-content/uploads/2018/07/Consultame-de-verdad.pdf

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Cesar Reyna Ugarriza

Creador de la Negociación Integrativa Transformadora Intercultural (NITI) y de la Teoría del Relacionamiento Intercultural... Correo: cesarreyna78@gmail.com